Estábamos avisados. En cuanto el hombre del tiempo nos dijo que cabía la posibilidad de que la Semana Santa viniera soleada, fuimos conscientes de los impactos que íbamos a recibir a través de las redes sociales.
Un año más, pedicuras perfectas, brunch que parecen sacados de Pinterest, y selfies que muestran caras sonrientes y que nos hacen imaginar que somos las únicas que no hemos llevado a los niños a practicar deportes extremos, que no hemos hecho las mejores torrijas de la ciudad, y que no han disfrutado de unos días de playa o de unas tardes con siesta incluida y niños leyendo tumbados en la alfombra que valdrían para ilustrar un anuncio de Ikea.
No me puedo quejar. El simple hecho de visitar Asturias ya es para mi un regalo. Y además completarlo con una visita a Valencia… no, no me puedo quejar..
Pero mi Semana Santa que planifiqué corriendo junto al mar para preparar la que puede que sea mi primera media maratón (y que a estas horas aún no sé si podré correr) ha sido algo distinta de lo que imaginé.
Un dolor de rodilla/gemelo me ha impedido correr desde hace casi una semana y un catarro mal curado ha conseguido finalmente meterme en cama y perderme días de playa, tardes de paseo y helados, y tener que trabajar con un peso añadido a mis espaldas y un paquete de kleenex permanentemente a mi lado….
Una multa (bastante injusta) de aparcamiento, ver como la grúa se llevaba mi coche, y algún que otro percance han sido la guinda para que esta Semana Santa me deje más recuerdos negativos que positivos.
Pero ¿sabéis? Los ha habido. Han sido pocos, pero maravillosos. Han sido momentos, risas, paseos… esos momentos que no se fotografían, que no se comparten… que solamente se viven.
Y nuevamente, las cosas cotidianas, tan cotidianas que pueden sonar hasta mal aquí escritas (hacer la compra, cantar en el coche mientras viajamos, un beso inesperado de uno de tus niños o un dibujo que te enternece el corazón, una cocacola fresquita con una buena conversación y un puñado de frutos secos, mirar la luna llena o sentarte cinco minutitos a sentir el calor del sol en la cara… borrad esto último, esta Semana Santa me ha enseñado que soy la única capaz de quemarme en cinco minutos si no llevo SPF…).
Podía decir que vuelvo con las pilas cargadas, pero no es verdad. Pero he desconectado, he dormido, y he estado sentada un ratito sin hacer nada que a veces, con este ritmo de vida que hace meses que no me deja tiempo para nada, no viene mal… y he pensado. Hacía tiempo que no sacaba tiempo para escuchar mis propios pensamientos.
Se acercan fechas especiales en el calendario. Se acercan nuevos retos y se acercan muchas novedades. Así que intentaré ver el lado positivo de este respiro «forzoso» que la vida me ha obligado a tomarme.
Intentaré ser indulgente conmigo misma y no sentirme culpable por no haber exprimido al máximo cada minuto de estas vacaciones que los autónomos nunca tenemos, seguiré pensando que a veces no hace falta sacar una foto para guardar momentos inolvidables en la retina y reivindicaré, una vez más, el derecho a no ser siempre feliz.