Año nuevo

Hace poco leí una frase que decía «la primera regla para superar el 2020 es no hablar de 20202».

Sin embargo, soy de las que piensa que de todo, lo bueno y lo malo, hay que sacar aprendizaje, y para ello, necesitamos hacer una pausa y mirar atrás, aunque sea un momento antes de seguir caminando.

Para mi 2020 no ha sido un mal año.

Si algo me ha enseñado es que no lo estaba haciendo tan mal como creía.

Leo a muchas personas que dicen que es un año en el que hemos aprendido qué es lo importante, a valorar las cosas esenciales… pero me he dado cuenta de que eso, yo ya lo hacía.

Ese entusiasmo desmedido que durante años me hacía sentir ridículamente, esa emoción con una carrera, un viaje, un mensaje, una canción, un café con amigas, una llamada… este año me ha servido para aprender que no era tan ridículo… lo estaba haciendo bien.

Esa elección de hacer gran parte de mi trabajo desde casa para poder estar con mis hijos, no era tan descabellada. No fue fácil tomar esa decisión hace ahora 14 años, y tuve que enfrentarme a las opiniones (a las que jamás presté demasiada atención, por cierto) de quienes creían que estando en casa, no trabajabas de verdad. Pero este 2020, quienes no entendían los beneficios y las dificultades, por fin se pusieron en mi piel y vieron el mérito que podía tener.

También he aprendido que esa obsesión con trabajar tanto mi interior, esa resiliencia, ese esfuerzo en hacerme fuerte con cada obstáculo, esas batallas interiores que nadie excepto yo parecía entender… este año me han servido de mucho.
He comprobado que haber entrenado tanto el interior es un salvavidas cuando es el exterior lo que se derrumba.

No siempre fui capaz de estar a a la altura pero con cada bajón logré coger impulso.

Desde el segundo día, después de una noche en vela viendo como los planes laborales que tanto me había costado conseguir se desmoronaban, tomé una decisión: pensar en el después.

No podía concentrarme en la desgracia, en el miedo, en la tristeza… siempre me he movido bien en ambiente de incertidumbre, de caos, estaba habituada a trabajar con los niños en casa, no suponía un problema el teletrabajo cuando la mayor parte del mismo siempre lo he hecho online… tenía ventajas y las pensaba utilizar.

Me repetí cientos de veces esa frase que tanto me gusta «si el viento deja de soplar, rema».

No vi ni un telediario, no salí a aplaudir, no cociné ni vi series, no leí periódicos e hice oídos sordos a ese “mascarilla si, mascarilla no”… me guié por el sentido común, y aún hoy, sigo sin salir si no hay necesidad, desinfecto la compra y me protejo y protejo a los míos por encima de todo.

He sufrido de más por culpa de esta empatía exagerada mía , pero creo que eso me permitió ayudar a mucha gente y sentirme útil.
Durante el confinamiento escribí diariamente a quienes estabais solos y necesitabais un mensaje de buenos días y aunque me pasó factura, me lo devolvisteis cuando me hizo falta a mi.

La parte que peor llevé fue el desconfinamiento. Igual que soy capaz de seguir una dieta estricta pero tiendo a estropearlo todo cuando me dejan un poco más de libertad, llevé mal el poder salir a ratos, y sobre todo las incongruencias. Pero puede que esa exageración mía, esa tendencia incomprendida a tomar más medidas de las que nos obligan a tomar, puede que todo ello haya servido de más, puede que haya salvado la vida de alguien sin saberlo. No pensaré jamás que ha sido en vano,

Así que 2020, te doy las gracias.
Has sido agotador pero has merecido la pena.

Y sobre todo, gracias por hacerme ver que no lo estaba haciendo tan mal como creía.

Feliz año a todas las personas maravillosas que lo habéis compartido conmigo ♥️